miércoles, 16 de diciembre de 2009

Plantas medicinales, la col


¿Por qué la col? Todas las plantas poseen cualidades bienhechoras, preventivas o curativas, pero la naturaleza ha dotado a algunas de ellas de poderes más amplios. Tal es el caso de la col. Las abejas no se equivocan al visitarla con preferencia a otras plantas del huerto, y su miel es entonces untuosa, dulce y cremosa.

Desde la antigüedad, esta planta ha sido considerada como uno de los mejores remedios. Los griegos consideraban que debía su origen al sudor frío de Júpiter, Catón la contemplaba como antidoto de la peste, y los romanos bebían su jugo antes de los festejos pues, según decían, impedía emborracharse…

Existen numerosas especies y variedades de col, y entre las más corrientes se optará por las coles verdes o rojas, cuyas virtudes terapéuticas son más acusadas y resultan prácticas para el uso externo. Sin embargo, quien se beneficie de las virtudes de la col puede consumir todas sus variedades.

Constituyentes principales

La col contiene hierro, cobre, magnesio, clorofila, yodo, un poco de arsénico, vitaminas K y U, tiamina (vitamina B,), riboflavina (vitamina B2), ácido nicotínico (vitamina PP), caroteno,
proteínas, lípidos y glúcidos en pequeña cantidad.

Indicaciones y modo de empleo

Elíjanse, si es posible, coles no tratadas con productos químicos; su aspecto es más basto, pero su digestión será más fácil y su acción más eficaz. Las coles de buena calidad permiten la eliminación de las toxinas acumuladas en el organismo; por tanto, resultan recomendables en numerosos casos, sobre todo en artritis y litiasis (cálculos) renales y en los embarazos, debido a su poder remineralizante.

Uso interno.

Si usted es de los que digieren mal las coles, hágalas cocer en dos aguas sucesivas, pero, a fin de beneficiarse íntegramente de todas sus propiedades, consúmalas preferentemente crudas.

La col verde (sobre todo el cogollo) es deliciosa en forma de ensalada. Finalmente cortada, preparada con aceite de oliva y con la adición de jugo de limón y sal marina, se toma como entremés en el almuerzo. En la cena, agregue hojuelas de col a su ensalada verde, a unas remolachas o incluso a su sopa. En este último caso, dispóngalas en su plato antes de echar en el mismo el líquido caliente.

Si prefiere comer la col verde cocida, rehogúela con un poco de aceite de oliva.

Además de estas recetas, recurra al jugo de col para las siguientes afecciones:

Fatiga: emplee con abundancia la col en su alimentación y beba cada mañana un cóctel a base de hojas de col. Para prepararlo, pase por la batidora: un limón, tres o cuatro zanahorias, un pellizco de perejil, unas hojas de col, una patata, media naranja y media manzana.
Gastritis, colitis: haga una cura de jugo de col al que se agregarán unas gotas de limón; se aconseja seguir estas curas bajo la vigilancia de un experto en estos métodos naturales, único que puede juzgar las dosis convenientes según el temperamento de cada uno.
Las proporciones pueden variar desde medio litro hasta un litro diario.
Tos, bronquitis: prepárese un jarabe a base de limón fresco, azúcar cande, rábano negro y jugo de col verde fresca, en partes iguales. Se raspan los rábanos sobre un cuenco, se espolvorean con azúcar cande y se ponen al baño María o sobre un radiador para disolver el azúcar.
Ya obtenido el jarabe, se pone en un lugar fresco y servirá para varios días. En cambio, será necesario preparar cada mañana un vaso de jugo de col (que no se conserva), que se beberá, mezclado con jarabe, en cuatro tomas (al levantarse, a media mañana, a media tarde, y al acostarse).

Jugo y jarabe sólo deben mezclarse en el último momento: un cuarto de jugo de col, una cucharadita de jarabe y unas gotas de jugo de limón; mezclar y beber.

Observación:

Por ser fuerte este preparado, pregúntese a un experto en qué proporciones se ha de confeccionar el jarabe.

Uso externo.

Se toman hojas grandes de col verde o de col roja despojadas de sus nerviaciones (las hojas pequeñas se reservan para uso interno), para confeccionar cataplasmas en los casos siguientes:

_ Abscesos, furúnculos: se lavan las hojas, se secan y se recortan para que puedan cubrir el absceso con un reborde adicional de más de tres centímetros. Sumérjase una de estas hojas en zumo de limón, escúrrase y apliqúese a la parte afectada. Se rocían las demás hojas con unas gotas de zumo de limón y se apilan con el lado empapado dirigido hacia la piel. Manténgase esta cataplasma con un vendaje, durante dos o tres horas. Repítase el proceso hasta haber extraído totalmente el pus, y entonces déjese secar el absceso al aire.
Arteritis y dolores en las piernas, debidos a mala circulación: para calmar los dolores lancinantes y crispantes, prepárese una decocción bastante concentrada de hojas de vid roja, en la que se maceran hojas de col (sin sus nerviaciones). Cúbranse las partes doloridas con tres capas de hojas, que se mantendrán en su lugar por medio de un vendaje no demasiado apretado. Para mayor comodidad, cabe utilizar un calcetín viejo, de lana o de algodón, al que se le habrán cortado talón y punta.
Quemaduras: se unta la quemadura con aceite de lirio y se le aplica inmediatamente una hoja de col verde, sin la nerviación; manténgase la hoja con una venda y repítase la operación tres veces por día, hasta que no quede rastro de la quemadura.
Enfriamiento muscular, neuralgia, reuma, gota, ciática: prepárese una cataplasma aplastando ligeramente unas hojas de col, empapadas con vinagre de cidra y jugo de ajo (una gota de zumo de ajo basta para tres hojas de col). Se calienta todo, ligeramente, al baño María o cerca de una fuente calorífera. Se unta la parte afectada con un poco de aceite de oliva, se aplica la cataplasma y se sujeta con una venda. Renuévese la operación dos veces al día y una tercera vez antes de acostarse.

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