domingo, 13 de diciembre de 2009

Mucho más que Malbec

La industria vinícola ha multiplicado por cuatro sus exportaciones en menos de una década para situarse entre los cinco grandes productores del planeta.

Hace 15 años, cuando la economía argentina se asomaba al abismo, la mayor parte del vino producido en el país se exportaba a granel, en gigantescos barcos contenedores, y en Europa era embotellado como vino de mesa o utilizado como base para producir caldos de mejor calidad.

Hoy, en un escenario de crisis económica mundial, las botellas mendocinas inundan Estados Unidos o Canadá. Un Malbec nacional ha logrado por primera vez 99 puntos (sobre 100) en la prestigiosa guía Wine Advocate. Varios productos locales aparecen sistemáticamente entre los mejores 100 vinos del mundo en las más afamadas revistas y guías internacionales.

Un millón y medio de viajeros recorren cada año los Caminos del Vino del país, exponente de un floreciente negocio enoturístico. Productores franceses y chilenos empiezan a plantar Malbec para competir en un mercado en auge. La provincia de Mendoza, que acumula dos tercios de la producción nacional, es la octava capital del mundo de la red Great Wine Capital. En menos de una década, Argentina ha multiplicado su exportación por cuatro y se ha situado entre los cinco principales productores vinícolas del planeta. Ha unido su nombre al de una cepa otrora despreciada, el Malbec, que cada vez más gente prefiere a los Syrah o Merlot que habían alegrado las mesas del hemisferio norte durante los últimos lustros.

Las razones de este éxito momentáneo son diversas. Tradicionalmente se señala la devaluación monetaria de 2001 como punto de inflexión y foco de atracción de inversiones extranjeras. Sin embargo, mosto y vino, de mesa y fino, ya se producían antes en grandes cantidades. Menos mencionado es el intenso proceso de tecnificación en la década de 1990 por las bodegas, que aprovecharon la paridad peso/dólar y unas irrepetibles facilidades crediticias para situar su maquinaria en la vanguardia mundial.

Era ese mismo tipo de cambio, no obstante, quien restaba competitividad internacional al vino argentino. En 2001, desplomado el valor del peso, los caldos nacionales adquirieron un nuevo valor de mercado. Focalizados en impulsar vinos de calidad que compitieran en el exterior, enólogos y empresarios locales y extranjeros redescubrieron el potencial de un ecosistema privilegiado para el cultivo de la vid. Capitales foráneos experimentaron con nuevas variedades y combinaciones de varietales distintas. Se construyeron bodegas estelares que aunaban eficiencia y belleza -O.Fournier, en la localidad mendocina de Tunuyán, figura en diversas listas internacionales como una de las diez bodegas más espectaculares del mundo-, y la oferta enoturística fue catapultada por restaurantes fastuosos de fama internacional construidos dentro de bodegas de renombre, como La Bourgogne o Ruca Malén, en Luján de Cuyo (Mendoza).

Por si fuera poco, la industria vinícola argentina ha parecido esquivar al intervencionismo del Ejecutivo y pasado de puntillas por el longevo conflicto que enfrenta al campo argentino con el Gobierno del matrimonio Kirchner. El futuro inmediato del vino argentino parece, pues, espléndido, pero actores principales de la industria señalan el peligro de caer en las ganancias cortoplacistas. El ejemplo de Australia resulta particularmente didáctico. Entre 1999 y 2007, las exportaciones del gran país oceánico crecieron más del triple, convirtiendo al país en el cuarto mayor exportador mundial de vino. Sus syrahs estaban de moda y se hablaba del milagro australiano. Hoy el precio medio por litro del vino australiano es un 25% más bajo que hace diez años, conduciendo a muchos empresarios a la ruina. "Con el Malbec puede pasar lo mismo dentro de cinco o diez años", advierte, entre otros, José Manuel Ortega, presidente del grupo O.Fournier, para quien el desafío del vino argentino para la próxima década es "diversificar la oferta", aprovechar la versatilidad del terroir argentino para aumentar la producción de Bonarda, Pinot o Torrontés, la excelente variedad de vino blanco que entusiasma a los críticos y encuentra en la provincia de Salta su entorno ideal.

Apuntalar y conservar el prestigio de la marca argentina es el segundo gran reto. Bodegueros y enólogos mendocinos reconocen que les preocupa "mucho" la calidad de algunos Malbecs que se comercializan actualmente, aprovechando la pujanza de su marca. No sería la primera vez que Argentina desperdicia el éxito de su talento y sus condiciones naturales tratando de sacar el máximo beneficio inmediato a una coyuntura favorable. Luis Steindl, vicepresidente de la cámara comercial Bodegas de Argentina, opina que la "incertidumbre económica, la falta de planificación y el riesgo para las inversiones a largo plazo" actúan como frenos a la euforia que se vive. Con todo, exhibe confianza ante un sector que muestra "condiciones ideales de viñedo y mano de obra comparado con otros países" y es hoy, probablemente, la industria vinícola con mayor potencial de crecimiento del mundo.

Seductor, carnoso y elegante

BRESSIA CONJURO. Mezcla de Malbec, Cabernet Sauvignon y Merlot. Crianza: año y medio en barricas de roble. Sus uvas son originarias del Valle de Tupungato (Mendoza) y crecen a 1.100 metros de altura. Seductor, carnoso y elegante, ofrece aromas afrutados y a madera. 400 pesos.

Otras recomendaciones: Montchenot Quince Años (Bodegas López). Catena Zapata Estiba Reservada 2002. Del Fin del Mundo Special Blend 2007. Finca La Anita Línea Tonel 2000. Familia Zuccardi Línea Z

Delicado, sutil y sensual

VAL DE FLORES: 100% Malbec. Crianza: 14 meses en barricas de roble francés. Sus uvas son originarias de Vista Flores (Mendoza) y crecen a 1.100 metros de altura. Aroma a frutos rojos con un suave componente especiado (canela, nuez moscada). Delicado, sutil y sensual. 190 pesos.

Otras recomendaciones: Atamisque Assemblage 2007. Bodega Atamisque. Mendel Unus 2006. Cheval des Andes 2006. Bodega Terrazas de los Andes. Nicolás Catena Zapata Cabernet-Malbec 2006. Fabre Montmayou Grand Vin 2006

Intenso, con aromas complejos y largo final

MONTCHENOT 15 AÑOS: Mezcla de Malbec, Cabernet Sauvignon y Merlot. Añejamiento en toneles de roble durante siete u ocho años, más cinco en botella. Sus uvas son originarias de Maipú (Mendoza) y crecen a 850 metros. De color rubí intenso, con marcados tonos caoba, aromas complejos y un largo final. 160 pesos.

Otras recomendaciones: Syrah O. Fournier 2005. Trapiche Single Vineyard Vittorio Coletto 2005. Viña Cobos Malbec 2004 'El Felino'. Bressia Conjuro Malbec 2004. Bodega Walter Bressia. Valdeflores 2006. Michel Rolland

Muy complejo, de gran volumen

MENDEL UNUS: Mezcla de Malbec y Cabernet Sauvignon. Crianza: 16 meses en barricas de roble. Sus uvas son originarias de Perdriel y Mayor Drummond, Luján de Cuyo y crecen a 900 y 1.100 metros de altura. Muy complejo, intenso, de gran volumen. Ofrece aromas a cereza, cassis o uvas pasas. 150 pesos.

Otras recomendaciones: El Porvenir 2005. Torrontés 2008. Bodegas El Porvenir. Gran Guarda 2007. Bodegas Sin Fin. Valdeflores 2007. Michel Rolland. Conjuro 2007. Bodega Walter Bressia

Aroma con fondo de chocolate y café

TRAPICHE ISCAY: Mezcla de Malbec y Merlot. Crianza: 14 meses en barricas de roble francés. Sus uvas son originarias de Maipú, y crecen a 850 metros. Se presenta con un rojo rubí muy intenso, con matices violáceos. En el aroma se advierten especias, ciruela, frutos rojos, un fondo de chocolate y café aportado por la madera. 160 pesos.

Otras recomendaciones: Iscay 2002. Bodegas Trapiche. Trapiche Medalla 2002. Bodegas Trapiche. Benvenuto de la Serna Blend 2006. Antigal 1/ 2006. Bodegas Antigal. Cadus Malbec 2004. Nieto Senetiner

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